09 febrero 2008

La Marioneta

Por Montse B.R.

Hay ocasiones en las que las personas confundimos el cuidar nuestro aspecto físico con vanidad, egocentrismo y pensamos que eso está reñido con la humildad.

A veces solemos creer que si queremos cultivar nuestra parte espiritual se ha de dejar de lado nuestro yo material, pensamos que la inspiración está al otro lado y no siempre es así.

Cuando nacemos se nos obsequia con algo muy valioso, algo con mucho más valor del que tendrá nuestra casa o coche o la suma de ambos.

Se nos proporciona un cuerpo, una “maquinaria”, en su origen casi perfecta para el destino que hemos de llevar a cabo, en la mayoría de las ocasiones, función espiritual basada muchas veces en la superación de barreras físicas, en la autoconciencia y el autocontrol.

Funcionamos con pequeñas descargas de energía eléctrica, de ahí que en otra realidad seamos “luz”.Tenemos un complejo cableado interno que es nuestro sistema nervioso, y cantidad de sustancias diferentes en formato de neurotransmisores que se encargan de traducir entre otras cosas nuestras emociones en compuestos varios. Compuestos que son repartidos por todo nuestro cuerpo con la misión de estimular, ya sea para bien o para mal, todas las partes de nuestro organismo según “el uso” que hagamos del mismo.

Solemos buscar fuera, lo que llevamos emocional pero también LITERALMANTE dentro.

Por decirlo de una manera más gráfica... a mi modo de ver tenemos una central eléctrica en la nuca de la cual nace un conducto general que viaja por toda nuestro soporte central, es decir nuestra columna, y a partir del cual parten racimos y racimos de nuestro “cableado” interior.

Nos dedicamos a idolatrar y rezar ante cruces, cuando en realidad deberíamos aprender a meditar mientras observamos los destellos de, por ejemplo y por muy absurdo que suene... una farola.

Si nuestra conciencia ha de evolucionar hacia arriba hemos de partir desde abajo, es decir “trepando desde el final de los hilos llegaremos el origen”

“Soy una marioneta de mi misma, marioneta de carne, piel y hueso actuando en un gran teatro universal.

Hay alguien que mueve mis hilos, y me han dicho que ese alguien soy YO, me han dicho que mi error está en que me identifico con el “muñeco”...ese de carne piel y hueso, así que en realidad tengo un problema de identificación.

Dicen que me encuentro escondida entre pensamientos, escondida entre “bambalinas” y que es desde ahí desde donde dirijo mi actuación.

Es posible que esto sea cierto porque dentro de mi errónea identificación me siento muchas veces como una Mafalda de trapo con los hilos bien enredados.

Así que es por eso que me he sentado en una esquina de mi pensamiento, a ver si pillo desprevenido a mi yo escondido entre bambalinas y le puedo interrogar...

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“Soy una marioneta de mi misma buscando en un interior que no es el mío... un interior vacío porque el mío no se donde está.

Codos en mesa barbilla en manos, siento en mis hombros la enorme carga de mi mochila vital... alforja tejida de pensamientos y rellena de penumbras que soy incapaz de vaciar.

Siento como mi columna se arquea, frágil como el mástil de un barco con velas de acero forjado y metal.

Y así, casi obligada a mirar mis pies de por vida, aparece en mi mente un acto de rebelión, acto que arquea mis cervicales tomando forma de cucharón.

Cucharón que eleva mi cabeza al frente para clavar mis cansados y cegados ojos en la cruel pantalla de este ordenador”.

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Pobrecita mi marioneta que poquito glamorosa es, aquí la veo ratón imantado en mano, con su espalda hipercifótica y su cervical de cucharón.

La observo con sus miopes ojos cansados de buscar en un fondo que no es el suyo, porque el suyo lo perdió.

Y mi pobre y embotada marioneta se siente como una olla a presión, lo guarda todo en su mochila por si llega la ocasión.

Una fecha que nunca llega porque ella no sabe abrir su ya cargado zurrón.

Y entre bambalinas la percibo, la miro caminar con el final de sus costillas casi besando la pelvis al andar, así que intento subir un hilo que la pueda elevar, pero sus hombros le pesan demasiado y su espalda se curva de tanto cargar, mientras su abdomen se abulta, cansado de intentar compensar el acusado extremo de su arqueo lumbar.

Pobrecita mi marioneta si ella supiera que estoy aquí, y que de noche le hablo pero después no se acuerda de mí.

Mi pequeña Mafalda de trapo has de agujerear tu zurrón, suelta el agarre del saco libera tremenda presión, deja sueltos tus hilos que los pueda manejar YO.

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Con mi YO escondido entre bastidores imaginé que se había marchado mi inspiración. Buscándola estuve en la eternidad de mi tiempo finito, descuidando con ello el cuidado de mi títere, convirtiéndolo realmente en una marioneta de cartón.

Pobrecito mi muñeco, que oxidadito acabó, el reclamo de su mimo cayó al fondo de aquel cargado zurrón, y entre penares, ansiedades, frustraciones y quejas quedaron ahogados sus grito de ¡¡¡CUIDAME!!!! ¡¡¡YO FORMO PARTE DE TU INSPIRACIÓN!!!

Y ahora que terminé mi función, ahora que ya no formo parte del grupo de actores del mundo y que al fin estoy detrás del telón, ahora observo a mi pobre muñeco ¡que enmohecidito quedó! Y tocando el suelo del cielo los hilos puedo palpar hilos enredados, enmarañados y confusos, hilos cortados que yo no supe cuidar.

Quise buscar solo lo incorpóreo en un mundo de experiencia material.

Me olvide de que tenía raíces en mi afán de volatilizar.

Me olvidé de mi marioneta, de su capacidad de expresión, de cuidar su belleza y perfección innata con la que se me obsequió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que de algún modo te llegue el mensaje
El otro día tomé cafe con Tomy y dijo que te iba a enviar un correo para saber de ti..
Hija, que exagerada eres...tu cuando desapareces...desapareces..jajaja
Biquiños y espero que estésw creciendo.

Comentarios