26 mayo 2009

Premiados mes de la Mujer - NARRATIVA-

El Lirio que creció en el Hielo
De Markos San Vicente
Primera posición
Tendiendo la ropa en la terraza con el frío agrietándole las manos, el temblor se adueña de su cuerpo y el helador viento se cuela por la abertura de su bata. Es buen momento para colgar la ropa ahora que el cielo despejado permite al sol ser protagonista del día, en la ciudad del eterno invierno. Jorge, el hijo mayor, ya ha salido de casa en busca de su novia. Ella le espera en el parque donde los bancos a los lados del paseo sirven de lugar de citas a las parejas. Las gemelas han tomado uno de los dos sofás del salón para ver, por vigesimoquinta vez, "El rey león". El otro sofá se encarga de ablandarlo Salvador, en pantalón de pijama, sobrellevando la resaca por la borrachera del día anterior mientras su mujer le esperaba en casa para cenar. Pero la cena se le enfrió, como casi todos los días. Ya quedan pocas prendas por colgar, en su mayoría ropa interior masculina. Hay poca gente por la calle. Para Fina es uno de los pocos momentos en los que tiene contacto con el exterior, cuando mira con ojos tristes a las personas que transitan por la estrecha calle de su barrio. En el portal de enfrente un hombre de unos sesenta años espera con un ramo de flores. Fina vuelve a la cocina a por las últimas prendas para tender y poder cerrar así la puerta de la terraza (no es agradable limpiar la cocina con tanto frío). Además, hace dos días les han cortado el suministro de gas y sus manos sienten el dolor del agua helada. Sale a la terraza y echa un vistazo de nuevo al portal de enfrente. Una mujer de mediana edad aparece tras la puerta y esboza una enorme sonrisa, abre la puerta y se abraza al hombre que, ramo en mano, la besa dulcemente en la mejilla. La mujer recoge las flores en su brazo izquierdo y agarra el brazo del hombre con la mano derecha mientras le habla con una sonrisa amable.- Hola cariño.- Hola Manuel, gracias por las flores. Bien sabes cuánto me gustan.- ¿Cómo está Lucas?- Bien, lo he dejado durmiendo la siesta. Hoy estaba cansado, mucha actividad el fin de semana.- Pobre, ¿está mejor de su gripe?- Sí, ya casi pasó, sólo queda un poco de fiebre, pero muy leve. No mires ahora, pero ahí vuelve a estar aquella mujer del edificio de enfrente mirando por la terraza. No nos quita ojo, a veces me pone nerviosa.- La mujer de los ojos tristes. ¿Nerviosa por qué?- No sé, siempre que vienes aquí nos mira de una manera extraña, parece que está loca.- No creo que sea locura Marta, me da la impresión que es envidia más que otra cosa.Fina, olvidándose del frío, se apoya en el borde de la terraza con los brazos cruzados mirando descaradamente a la pareja. Los ve marchar hasta el puesto de castañas calientes donde el dueño les saluda efusivamente y les vende un enorme cucurucho de papel. Acto seguido cruzan al otro lado de la calle hacia el café que hoy ha sacado las sillas y las mesas fuera. A pesar del frío, hoy es casi un día de verano y los clientes aprovechan para disfrutar de los rayos del sol. Un café para él y un té para ella. Fina mira hacia la cocina y ve cómo sigue estropeada la vieja cafetera. Vuelve a la escena del café y ve al hombre tomar la mano de la mujer entre las suyas. Seguro que le habla sobre algo interesante ya que ella pone mucha atención aún con el ramo en su brazo izquierdo. Los ronquidos de Salvador se oyen desde la terraza aplacando el sonido de "El rey león". Un tirón de la bata sorprende momentáneamente a la "voyeur" de ojos tristes.- Mamá, no oímos al león.- Sube el volumen de la televisión cielo, papá no se dará cuenta.- ¿Seguro mamá? No me gusta cuando te grita.- No te precopues cielo. Papá tiene mucho sueño hoy.La situación de la terraza permite a Fina seguir contemplando la escena de los enamorados en el café. En este momento leen juntos algo en un periódico. Fina está segura de que están mirando la cartelera del cine o algún concierto en la ópera.- Otra vez Marta. Otro caso de asesinato en un hogar. ¿Qué les pasa a algunos hombres?, no lo entiendo. Ni en mis peores momentos con Lourdes se me ocurrió ponerle una mano encima.- Y menos mal Manuel. Te las hubiera devuelto con creces, tenía mucho carácter.- Sí, jajajjajaja, es cierto. Pero era tan agradable...........- La echas de menos, ¿verdad?- Claro cariño. Desde que murió mi vida no es igual. Soy feliz, ocupo mi tiempo bien, tú lo sabes. Pero me falta algo.En ese momento Manuel recibe un enorme abrazo de la mujer más joven que él y Fina se estremece, una lágrima cae por su mejilla y se hiela antes de llegar a la comisura de la boca.- ¿Qué haces aquí? ¿No piensas fregar? Me voy al bar que esas malditas crías no me dejan dormir. ¿Qué cojones tienes en la mejilla?- Un anhelo.- ¿Un qué? Me voy, cada día te funciona peor la cabeza mujer. Deberías ir a un loquero a que te mire. Volveré para cenar. A ver si hoy consigues mantener la cena caliente.Camino del portal, Manuel le pregunta a Marta por su padre. Ésta le cuenta que hace mucho que no sabe de él. Sólo algunos rumores que le llegan. Tampoco importa mucho ya. - Tú has sido mi verdadero padre. Cuando mamá murió tú cuidaste de mí y, gracias a eso, ahora puedo ser feliz. Tengo a Lucas, tengo un trabajo, una casa.....y te tengo a ti. Y siempre me traes flores.- ¿Lucas no te regala flores cariño? - No es de flores. Pero me cuida bien, me siento querida, no pido más.- Me alegro por eso Marta. Dále recuerdos de mi parte. Ahora me voy, tengo partida de póquer.- Brandy, puro y cuatro hombres en una habitación cerrada. A mamá le hubiera gustado ir hoy.- Desde que Lourdes murió ya sólo vamos cuatro en vez de cinco. Los chicos también la echan de menos.- Te quiero Manuel. Te llamo la semana que viene, ¿vale?- Cuando quieras cariño. ¿Podría cogerte uno de los lirios?- Claro, coge el que más te guste. ¿Seguro que vas al póquer? jajajjajaja- Sí cariño. Pero antes tengo que hacer una visita.Marta sabe que Manuel suele ir al cementerio donde su madre está enterrada.Fina espera el momento de la despedida desde la terraza. Se extraña a veces de la ausencia de besos en la boca pero no quiere buscarle explicación. Los ve abrazarse y se vuelve a estremecer. Él espera desde fuera del portal hasta que se cierra la puerta del ascensor y la mujer desaparece. El hombre da unos pasos calle abajo y, de repente, mira hacia la terraza donde Fina observa y se dirige hacia su portal. Fina se exalta al darse cuenta que quizás ha sido demasiado descarada y ha molestado al hombre. El timbre del portal suena como una campanada en el oído. Fina duda en descolgar el telefonillo.- ¿Sí?- Señorita, le dejo algo en el ascensor. Hoy hace un día maravilloso.Fina oye los pasos del hombre alejándose y cuelga el telefonillo. Corre de nuevo a la terraza y ve al hombre caminando calle abajo. De pronto, oye cómo se abre la puerta corredera del ascensor al llegar a su piso y sale corriendo al descansillo. La puerta está a punto de cerrarse pero consigue volverla a abrir poniendo el pie en el haz de luz de la fotocélula. Un lirio imponente se encuentra de pie apoyado en la pared del fondo del ascensor. Fina coge el lirio con sumo cuidado y la lágrima corre de nuevo hacia la comisura de su boca. Sonríe, pasa la lengua por sus labios y traga dulcemente

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MERECERÁ LA PENA?
De María M.V
Segunda posición

!Casi en sólo media hora. Tal vez en menos. Vas repasando mentalmente todo lo que has hecho. Transferido el dinero a la cuenta. Borrado todos los archivos. Limpiado huellas y dos gotas de sudor que calleron de tu frente al escritorio. Brillaban irisadas a la luz de la pantalla. ¿Qué puede faltar? Todo parece ir según lo previsto. Entonces, ¿esa sensación de que algo fallará? Miras alrededor. Nadie. El guarda estará dormitando en la garita y has evitado todas las cámaras de seguridad. Ahora hay que regresar. La moqueta amortigua tus suaves pisadas. Despacio. Hay tiempo de sobra. Sólo tienes que salir. ¡Que idiota! ¿El ordenaror! Apagado. Tu sombra alargada te acompaña. Tan ligera en la penumbra. Pegada a la pared del pasillo, parece reirse de ti. Un escalofrío recorre tu espalda. "Cobarde, gallina, capitán de las sardinas", tarareas para tus adentros. ¡Si ya has pasado lo peor! Las últimas escaleras. El portal. Buscas la llave. En los bolsillos del vaquero. Claro. Aquí está. Bum-bum. Bum-bum. Los latidos retumban en tu cabeza. Los oídos te van a estallar. Dos zancadas más. Abres la puerta. Sales sin mirar atrás. ¿Te habrá visto el guarda? Ya que más da. A pesar de la noche fría, hay gente que viene y va. Te mezclas con ellos. Te sueltas el pelo. Taconeas al andar. Paras un taxi. Mañana no será igual.

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El Festejo Femenino
De Gabriel González Acevedo
Tercera posición ex-aequo

Lectora, lector querido, escribo esto prácticamente en los comienzos de Abril y a tan sólo unas horas de que nuestra querida moderadora dé el cerrojazo a la participación de los concursantes en este magno homenaje a la femineidad. Y aunque de antemano sé que a ti no te interesa nada el saber cuándo escribe uno algo, pues para mí era importante mencionarlo por el simple hecho de querer emitir el siguiente mensaje: ¡Eliminen el 8 de Marzo como día Internacional de la Mujer y a todo el mes como motivo de su festejo!

Y antes de que me eliminen a mí del concurso por decir tal blasfemia, ruego a ti estimado lector que continúes con la lectura de este texto para que me permitas explicar el que pareciera tan lépero mensaje.

De entrada y en mi calidad de Oráculo Tenochca, adviértole a todas y cada una de ustedes que donde sigan con su necedad de festejarse solo el 8 de marzo, en unos cuantos años y tal y como pasó con el empalagoso día de San Valentín, ustedes verán minimizada su fastuosa y aromada participación en este mundo a una cenita anual en un restaurante atiborrado de niños gritones, suegros metiches y viejitos sin dientes que comen como si tuvieran colmillos de algún tiburón jurásico, y eso sin contar con que lo menos que tendrán ese día para con ustedes en tan íntimo lugar, serán atenciones. En este momento mi bola de obsidiana me permite ver como los meseros te traen cada platillo a los seis minutos que te sirvieron el anterior, con el firme propósito de que ya te zampes el postre y dejes libre la mesa para que festejen a la siguiente galardonada dama; además, veo en este instante como resbalan de tus delicadas mejillas, cristalinas lágrimas de emoción al ver como tu pichoncito te hace entrega de un globito rojo metálico en forma de corazón que dice: “Para ti mujer, la única que merece tal reconocimiento”, mientras que del otro lado y para ahorrar costos, el mentado globito sigue siendo color plata y con una leyenda que dice “Hecho en China, ejemplar número dos millones seiscientos treinta y dos mil ciento cuarenta y cuatro”. Que conste que yo nunca fallo en mis profecías, luego no digan que no se los advertí.

Ahora bien, como no puede uno andar por el mundo diciendo lo que le espera sin proponer alguna estratagema para contrarrestar los males difundidos, pues a continuación plasmo la que sería mi manera de admirar y abrazar a cada una de las bellas habitantas de este planeta –y de cualquier otro también-

Mi propuesta consiste en cuatro monumentales eventos de mayor duración inclusive que el Carnaval de Río –estoy pensando en que cada uno sea de tres meses-. El primero de ellos iniciaría al comienzo de la primavera, en este festejo incluiremos a todas aquellas mujeres que volátiles como libélulas, se pasean por nuestras vidas llenándonos de dicha y de inspiración. Aquí habremos de admirar y besar a cada dama que despertó en nosotros el extenso y armonioso sentimiento del amor, a aquellas que sin importar el modelo o la carrocería, son un arrebatado y pasional fuego; a quienes nos seducen con una mirada o bajo la luz de una vela nos erizan la piel al rozar sus labios con los nuestros. En el festejo primaveral, habremos de aprovechar cada luna llena y cada estrella en el firmamento para decirle a esa intensa mujer, cuánto nos quema el corazón con una sola chispa de sus ojos.

Después viene el verano. Aquí habremos de festejar a todas aquellas damas que con un abrazo funden nuestro pecho y lo transforman en un brillante sol que irradia calor hasta en el más helado de los corazones. Brindaremos y felicitaremos a quienes con una sonrisa nos otorgan níveas perlas de alegría y hacen vibrar como un enorme violín, las finas cuerdas que llevamos en el alma. En el festejo estival, aprovecharemos las soleadas tardes de los sábados para compartir uvas, caramelos, nieve de limón y aguas frescas, al lado de la hermana, la madre, la novia o la esposa que pacientemente han soportado nuestras historias y han sabido pronunciar la palabra correcta en el momento más incorrecto de nuestras vidas.

El siguiente festejo trimestral es el del Otoño. Reservado para las mujeres que aún cuando comienzan a deshojar sus ramas, han adquirido tal tamaño y fortaleza como el más grande de los robles, y que basadas en la experiencia que otorga la vida misma, nos escuchan y acarician con la ternura que sólo el tiempo puede administrar. Durante este trimestre habremos de llenar de besos, chocolate caliente y panquecitos recién horneados, a las madres, abuelas, bisabuelas y mujeres mayores que estén a nuestro lado, al frente y detrás; y habremos de recordar y extender a las generaciones descendentes, a quienes ya son sólo una feliz memoria, una foto o una deliciosa receta en tiempos de festividad –en mi caso particular, yo sólo conozco a mi bisabuela porque cada cumpleaños familiar, llega hasta mí transformada en una deliciosa gelatina de fresa que confío en que mi sobrina aprenda a elaborar-.

El último festejo es el invernal. ¡Ay lectora, lector querido! Si pensabas que como es tiempo de frío y nostalgia, yo aquí festejaría nuevamente a las muchachonas que con sus perfumes y candores abrigados nos mantienen, pues imagínate como se mueve mi dedito de derecha a izquierda. Ene, O. ¡NO! Po’s si de lo que se trata es de festejarlas a todas ustedes mis amiguitas, así que no se hagan, que también faltan por felicitar algunas que entran en otro tipo de categorías, así que el invierno está reservado para todas aquella faltas de humor, usurpadoras de tarjetas de crédito, suegras, lectoras de horóscopos, practicantas de yoga, vegetarianas, enemigas del deporte, amigas del bótox y con uñas de gel.

¿Ya lo ven? De eso se trataba, de convertir el 8 de Marzo en un permanente festejo que al menos a mí, me permita abrazar a cada una de ustedes y decirles al oído, cuan importantes son para el correcto funcionamiento del mundo, además de recordarles que su simple presencia, le otorga la belleza final al planeta que tan dulcemente compartimos.

“No hay más. Sólo mujer para alegrarnos,Sólo ojos de mujer para reconfortarnos,…”

Jaime Sabines.
Desde mi México querido, les brindo este homenaje.

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PUEDE SER EN TAILANDIA O EN TU PATIO DE ATRÁS...
De María M.V.
(Tercera posición ex.aequo)

Ser puta no es lo peor que me ha pasado. Lo peor no es ser una esclava viviendo en una ciénaga infecta de Bangkok. Ni los hombres de piel lechosa, a trozos colorada, de sudor agrio y pegajoso, retorciéndose sobre mí. Ni las heridas de mi vientre que escocían cada día. Ni las heridas de mi alma que sangraban cada mañana. Lo peor no fueron los golpes, las cicatrices, la humillación. Ni la heroína disuelta en mi sangre para apagar el llanto, ni el sida que al final lo reavivó.

Yo tenía nueve años, hace casi veinte ya. Tú le habías dicho que no, pero el tipo de los ojos de serpiente sólo sonrió. Volvió todas las tardes con un fajo de billetes en la mano, cada vez algo mayor. No hizo falta demasiado tiempo, ni demasiado de ese sucio dinero para cerrar la transacción, la compraventa de esos pocos kilos de carne tierna, que era yo.

Imaginaba una lengua bífida tras su sonrisa cuando el tipo me aupaba, con mucho cuidado, no fuera que la mercancía se dañara. ¡Padre! te grité, ¡Padre! Volviste la cabeza por un momento y tu mirada fría, huidiza, de animal acorralado, apenas me rozó. Y esa mirada tuya, lo supe entonces, para siempre, iba a ser lo peor.

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CUATRO MUJERES...
De Encarna Navarro López
Cuarta posición

Josefina se hallaba sentada en el comedor de la residencia. Tomaba distraída su desayuno. Su aspecto era lamentable. Sus huesos se habían encogido y la que antes era una mujer alta y hermosa, ahora era una diminuta anciana. En su rostro se veía un rictus de amargura, dolor, sufrimiento. En su mente ya no había nada que no fuese su madre, su hija y su nieta. Todo lo demás, estaba borrado. Sus recuerdos eran los que la atormentaban. A veces se la escuchaba decir, como un sollozo de niña: ¡Mamá…mamá…no llores! En otras ocasiones la voz le cambiaba y era enérgica diciendo: ¡María José…eres mala…muy mala!. Su mejor amiga en la residencia la miraba con compasión, ella conocía toda su historia, fueron vecinas y amigas durante muchos años y terminaría sus días junto a ella en aquél lugar triste y frío.

Inés, así se llamaba esta buena mujer y Josefina, eran de la misma edad, crecieron juntas y se casaron casi al mismo tiempo.

Sentada frente a ella, mientras desayunaban, recordó, como una película, todo que aconteció en su vida.

Su padre, debido a las torturas que recibió durante la guerra perdió la cabeza, se volvió agresivo y golpeaba a la madre de Josefina sin piedad, ésta tendría entonces quince años. Tenía terror a su padre, le evitaba todo lo que podía y sentía una enorme compasión por su madre, siempre silenciosa. Trabajaban las dos limpiando las oficinas de los Ministerios. Cuando terminaban su trabajo, a las nueve de la mañana, Josefina se iba a un colegio privado que su madre pagaba con mucho sacrificio.

A los diecisiete años conoció al que después sería su marido. Un chico encantador, muy correcto y educado. Josefina se enamoró de él. Para ella era el hombre perfecto, ¡tan diferente a su padre!. Se casaron y se quedaron a vivir en casa de sus padres, ella no quería dejar a su madre sola con su padre. Pronto descubrió que aquél hombre encantador la había engañado. Se volvió un déspota. Salía todas las noche y volvía cargado de alcohol e insultándolas a ella y a su madre. Josefina llevaba en su vientre un hijo de aquél hombre por el que ahora sentía un gran rechazo. Fue una niña la que nació de aquella unión.

Una niña preciosa, la cual alegró sus vidas.Un día, María José, así se llamaba la niña, se encontraba con su padre en el dormitorio, tenía entonces tres años. Josefina la oyó gritar y corrió asustada junto a su hija. Ésta lloraba y su padre, muy nervioso decía: No sé que le ha pasado…Ni siquiera le miró, cogió a su hija y la llevó al médico. La niña tenía las braguitas manchadas de sangre. Presentía…pero no quería creer…el médico se lo confirmó, había sido violada. Se fue a la comisaría de policía y denunció a su marido, pero cuando fueron a detenerle, se había marchado. No volvería a verle jamás.
María José creció entre los mimos de su madre y abuela, (su abuelo murió al poco de nacer ella). La protección era desmedida, lo que dio lugar a una niña mimada, consentida y rebelde. Cuando cumplió quince años, se quedó embarazada de un chico de la misma edad. Era hijo de una amiga de Josefina. Las dos llegaron a un acuerdo, casarlos y pagarles ellas la vivienda y la comida, hasta que encontraran trabajo. María José tuvo una niña, la que llamarían Natalia.
La vida que llevaban los tres, en el pisito que alquilaron sus madres para ellos, era un autentico desastre. Se peleaban, él tomaba drogas y casi no tenían dinero para comer. Una noche, Josefina fue a ver a su hija y nieta. Cuando entró en el pisito, se lo encontró a oscuras y a su hija y nieta acurrucadas en un rincón de la salita. Las cogió a las dos y se las llevó a su casa.

Al poco tiempo arregló los papeles para divorciarlos.La vida que llevó a continuación su hija, la atormentaba. No hacía caso de la pequeña, por lo que Josefina y su madre tuvieron que hacerse cargo de ella. María José no paraba en casa. Había noches que no iba a dormir. Y otra vez se repite la historia, Natalia creció con una tremenda rebeldía, estaba muy consentida, trataba muy mal a su abuela y bisabuela. Su madre se marchó de casa dejándola allí varios años. Durante ese tiempo, no supieron nada de ella.
Un día la llamó por teléfono un hombre, dijo que se llamaba Fernando y que era compañero sentimental de María José. Fue para anunciarle su muerte. Había muerto de cáncer. El dolor que sintió la dejó por un momento sin poder reaccionar. Luego pensó en su nieta y ahogó como pudo ese dolor. Josefina y su madre, gracias a su trabajo y a lo ahorrativas que eran, fueron haciéndose de un buen patrimonio.
Habían ido comprando inmuebles. Tenían cuatro casas. La madre de Josefina murió también de cáncer. Natalia seguía viviendo con ella, pero en su interior sólo había crecido odio y rencor por todo. Engañó a su abuela, le hizo firmar un papel en el cual decía (y en parte era verdad) que se encontraba incapacitada. Lo llevó al juzgado y así pudo ingresar a su abuela en una residencia y hacerse ella cargo de la herencia.
Inés, vuelve de sus pensamiento, mira con gran cariño a su amiga, ésta seguía con la mirada fija, ausente, y piensa: ¡Dios mío, Josefina, ¿cómo has podido aguantar tanto? En ese instante Josefina la mira, le sonríe y le dice: ¿ha venido ya la niña?....

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